Hablar sobre el apego es necesario.
Me parece una buena forma de inaugurar el blog escribiendo sobre este vínculo natural, poderoso y único que se da entre una madre y su bebé o entre cuidador/a principal y bebé. El apego, además de ayudarnos a sobrevivir, es el origen de nuestras emociones, de nuestra capacidad para desarrollarnos física y psicológicamente, en definitiva, de nuestra capacidad de amar y ser amados.
Este vínculo no es exclusivo del ser humano, aunque nuestra naturaleza humana lo hace único y especial. El vínculo del apego madre-infante es una relación emocional perdurable, que produce en el bebé seguridad, sosiego, consuelo, agrado y placer, y cuya pérdida o amenaza de pérdida evoca una intensa angustia.
El apego se da de forma espontánea a no ser que algo grave lo impida. Los dos impedimentos más frecuentes son: la separación física al nacer y la separación emocional durante el embarazo, el nacimiento, o inmediatamente después.
Desde que se produce la concepción, el feto empieza a desarrollarse en el útero materno y está expuesto al ambiente. Durante la gestación, la madre comparte las emociones con el bebé y se las transmite a través de las hormonas del estrés (adrenalina y catecolaminas) y de la tranquilidad (endorfinas y oxitocinas). Estas hormonas crean en el bebé estados fisiológicos correspondientes a los estados emocionales maternos. Así, el bebe hereda no sólo los genes de sus padres, sino también parte de su historia. De hecho, esa historia salpicada de posible felicidad, fracaso, plenitud, (des)amores o traumas se hereda de manera transgeneracional a través de esa transferencia emocional en el útero que se hace explícita más tarde a través del lenguaje verbal y no verbal por parte de los padres y/o cuidadores.
Para entender esto, Siegel (2005) habla de la comunicación diádica para explicar cómo los adultos cuidadores pueden ayudar a modelar la capacidad (no verbal) del hemisferio derecho de un bebé para regular el sentido del yo, las relaciones con los otros y la capacidad de visión mental. Esencialmente, el cerebro del niño necesita "sentirse sentido" y tener la sensación de "ser una sola cosa" con la persona que cuida de él.
El concepto de apego describe la dinámica de las relaciones entre humanos. En este sentido, los tres primeros años de vida son cruciales en el desarrollo de un futuro adulto física y psicológicamente sano. Esto no quiere decir que el niño no traiga un temperamento o determinadas tendencias innatas. Todos venimos con propensiones del sistema nervioso que dictan la regularidad, intensidad de las reacciones, la aproximación o evitación a la novedad. Sin embargo las experiencias positivas de apego con padres y cuidadores pueden ensanchar nuestras ventanas de tolerancia y cambiar nuestros rasgos conductuales.
Ese proceso de sincronización principalmente entre madre y bebé es una "danza" en la cual las miradas recíprocas, las caricias, los mimos y las respuestas ante las demandas del niño generan a su vez que el bebé desarrolle la capacidad de empatía, es decir, aprender a entender las acciones, emociones, intenciones y el significado social de las conductas de los otros (así como las propias). Según diferentes estudios y teorías, las células responsables de ese proceso son las llamadas neuronas espejo.
Cuando nuestras figuras de apego no "ven" nuestra mente, cuando no hay resonancia con nuestros mundos internos y ellos no nos demuestran en sus caras y gestos un reflejo de lo que somos realmente, entonces es cuando nos deslizamos hacia un estado de desconexión.
Bowlby y Ainsworth destacan que las conductas de apego no son exclusivas de la infancia sino que se desarrollan a lo largo de toda la vida y se ven potenciadas en las situaciones de inseguridad. Según los estudios, podría existir relación entre los diferentes tipos de apego descritos en infantes y su correspondencia en adultos. La siguiente tabla recoge la correspondencia entre los tipos de apego infantil descritos por Mary Ainsworth en el experimento "la situación extraña" y los tipos de apego en adultos.
APEGO EN NIÑOS
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APEGO EN ADULTOS |
Apego seguro: Busca el contacto físico, la proximidad y la interacción. Explorará el entorno en presencia de su madre, sentirá ansiedad y angustia si la pierde de vista, y cuando aparezca, tendrá facilidad para ser consolado por ella.
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Apego Seguro/autónomo: Los adultos que han tenido en su infancia un apego seguro, en el dominio interpersonal tienden a ser más cálidos, estables y con relaciones íntimas satisfactorias. Y en el dominio intrapersonal, tienden a ser personas más positivas, integradas y con perspectivas coherentes de sí mismas. Suelen sentirse cómodas con sus propensiones, incluso lo hacen con sentido del humor.
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Apego Inseguro-Evitativo: Evitan o ignoran a los padres en la reunión, permaneciendo ocupados con sus juguetes, y pueden ignorar los esfuerzos de los padres por comunicarse. |
Apego despectivo/distanciante: Tienen acceso limitado a estados internos emocionales y somáticos. Evitan situaciones que propician necesidades de apego y conexión profunda con los demás. Sienten una fuerte preferencia por la auto-regulación.
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Apego Inseguro-Ambivalente: El niño alterna entre parecer independiente e ignorar a la madre y de repente ponerse muy nervioso y buscarla ansiosamente. Pueden regularse en la interacción. |
Apego preocupado: Concentración excesiva en la angustia interna, relaciones con falta de límites, necesita mucha atención y pueden llegar a ser muy invasivos. Muestran preocupación por la figura de apego y preferencia por la regulación interactiva.
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Apego desorganizado (identificado más tarde que los anteriores): El niño no se consigue regular ni en interacción ni por sí mismo. Es una categoría de trastorno de apego asociado a entornos altamente traumáticos. El abuso físico, emocional y sexual es frecuente en este tipo de apego. |
Apego desorganizado: Los adultos que han sufrido cuidados negligentes, generan creencias muy negativas dentro de sí que las generalizan en sus relaciones con los demás. A menudo la mente pierde su coherencia y se fragmenta, debido a la paradoja cuando eran niños entre necesitar a la figura de apego para sobrevivir y al mismo tiempo sentirte amenazado por ella. Suelen desarrollar diferentes problemas psicológicos y trastonos debido al trauma complejo sufrido.
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Las madres, padres y cuidadores deben ser conscientes de la importancia de proporcionar cuidados adecuados a sus hijos y fomentar un apego seguro. Los bebés que reciben una y otra vez muestras de cuidados repetidos, presencia, afecto y amor de sus padres desarrollan creencias positivas sobre sí mismos y un "yo" integrado a nivel emocional. Siegel y Score nos dejan cinco "ingredientes" básicos para que las personas que cuidan de los niños puedan fomentar en ellos un apego seguro:
El apego seguro en la infancia facilita el "desapego sano" más tarde, en la adolescencia y la edad adulta. Es decir, personas con más autonomía y menos dependencia emocional de los otros para sentirse felices y realizados.
"El amor incondicional es tan simple y tan maravilloso como amar sin condición".
Ldo. Bruno Alonso
Psicólogo colegiado M-24641
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alberto (domingo, 14 abril 2013 14:25)
muy interesante... recomiendo a todos los que están en mayor o menor medida implicados en la tarea en relaciona con la educación de un niño o adolescente, principalmente. sobretodo cuando queremos desarrollar un avance moral del protegido que es mas que una instrucción.
Ela Foree (viernes, 03 febrero 2017 14:02)
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importante tema sobre el apego